19 Poemas al oído del perro de Javier Acosta o la virtud no elegida por Saúl Castro

 19 poemas al oído del perro poemario de Xavier Acosta por Saúl Castro


El legado canino en la literatura resulta interminable, la lista de autores y

obras se multiplica en casos y se multiplica en variantes. Enumerar, en este

momento, sería un ejercicio analógico y por tanto forzado. No es necesario.

Javier Acosta nos presenta en 19 poemas al oído del perro, un volumen

autónomo y claro.

Las referencias de la dupla hombre y perro en la literatura podrían ser todas

y ninguna. Argos y Ulises, Heracles y Cerbero, Ticio Sabino y su perro, que

llevaba comida a la boca de su amo recién ejecutado por Tiberio.

Cito:

Yo ya no tengo padre, ni mentor,

ni otro mundo para entrar y salir,

ya sólo quedas tú, echado en mis pies fríos.

Ya sólo quedas tú, dócil guardián de la melancolía,

Ya sólo quedas tú, maestro de la escucha


Los seres humanos y los perros son maleables y dependientes. En la soledad

y en los tiempos de gracia se cruzan fronteras, la naturaleza humana no es

radicalmente distinta a la del mundo animal. Para Javier Acosta el concepto

de naturaleza humana o animal a partir del dolor o la dicha debe ser

desterrado, echarse fuera -como entendían los cínicos- de todo

convencionalismo.


Pero el cinismo de Javier Acosta tiene un límite: el deseo.


Para los cínicos, corriente llamada así por las reuniones que sostenían en el

gimnasio kinosargos (perro rápido), toda virtud es la ausencia del deseo. No

tener, es no necesitar, es no desear.

Para Antístenes, fundador de la corriente, la virtud era una mera

independencia con respecto a todos. Los cínicos no querían someterse a

ningún convencionalismo, los discípulos del perro -como también eran

llamados- hacían de la independencia y de la autosuficiencia un ideal.

La virtud es la falta de deseo, la ausencia de necesidades. La riqueza y la

pasión no son bienes, tampoco lo son el sufrimiento, la pobreza o el

desprecio. El verdadero bien es no necesitar. La verdadera virtud está en la

ausencia elegida.

Cito:

Ya sólo queda para mí

este mundo sin Dios y sin su ausencia.

Este insaciable apetito

de soledad y compañía.


La virtud es no tener, no necesitar, no desear. En Javier Acosta se trata de un

cinismo con método a la inversa: no se tiene, no se necesita, no se desea a

pesar de la posesión, la propia penuria o el mismo deseo.

Lejano a cualquier pretensión de establecer un canon o un modelo, el autor

nos recuerda que toda poesía, para ser poesía, debe ser consciente y viva.

Aún si el tema es un color, un vaso de agua, un perro o un insecto.

Así, el cínico es virtuoso porque no tiene, no necesita, y no desea. Aunque en

el texto de Javier Acosta esa virtud no fue precisamente la elegida.





(Imagen de internet)






Nació el 16 de junio de 1967, en Estancia de Ánimas, Zacatecas. Poeta y traductor. Licenciado en Derecho y Maestro en Filosofía e Historia de las Ideas por la UAZ. Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor e investigador en la UAZ desde 1994. Becario del  CONACYT para estudios de doctorado durante el periodo 1995-1999 y de Creadores con trayectoria durante 2003-2004. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2006 por Regla de Tres. Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2010 por Libro del abandono. 





(Imagen de internet)











Saúl Castro Tapia (San Luis Potosí, 1978) obtuvo el premio nacional de poesía joven “Salvador Gallardo Dávalos” en 2002 con el libro La Materia del Presagio (ICA 2003); en 2004 el premio de literatura “Manuel José Othón” con el libro El Arsenal y la Defensa (Verdehalago 2007); en 2008 publica Nombrar el Paraíso (Ediciones Sin Nombre y Ediciones del Ayuntamiento de San Luis). Actualmente es Director de la Biblioteca Central del Estado (San Luis Potosí).

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