La vida muerta de Héctor Hernández Montecinos por Saúl Castro
La
vida muerta de Héctor Hernández Montecinos
Por
Saúl Castro
“El
ser se dice de muchos modos”, según Aristóteles. La idea, compartida
ampliamente
en tratados y discusiones adscritas a Kant y Heidegger, tal vez se
pueda
resolver reduciendo la diferencia a su unidad: el ser ante todo se dice,
del
cómo y del qué cosa quizá sea materia del poeta.
Tal
vez el destino de la poesía sea convertirse en una enorme pregunta sobre
lo
que se es y no se es, pero su finalidad oscilaría en cómo el ser se convierte
en
un urgente decirse.
La
poesía, en la obra de Héctor Hernández Montecinos, fundamentalmente se
dice.
Consagrado
no al oficio, sino a la búsqueda del decir la poesía, Montecinos ha
encontrado
en el cauce de la palabra la claridad o el caos.
En
pocas palabras: la dice.
Ante
la demora de la revelación, el estallido; ante el torrente, la calma o el
silencio.
La poesía de Héctor no se encuentra en la experimentación del
recurso
sino en la experimentación de la conciencia. La poesía de Montecinos
parece
decirnos que, ante la crisis, no la acción más bien el pensamiento; ante
la
crisis del mundo no la obra: la claridad y el caos.
Cito
fragmento de
(SUPER)
NOVA EXPRESS II
Hemos
salido a primera hora desde Xela en Guatemala
hacia
San Salvador, llevo doce horas
pensando
en Rrizomas, último libro de la trilogía,
pensando
en ese momento hace diez años exactos
en
que decidí ser poeta sin saber lo que significaba eso.
Anochece
y los amigos nos esperan
Releo
a saltos este Debajo de la Lengua
y
allí estoy yo
en
cada ciudad, en cada cama, en cada calle
mirando
o soñando con paisajes de Latinoamérica
que
se confunden ahora en mi mente.
La
tragedia no es solo vivir con miedo,
sino
también ir olvidando.
Escribí
como si fuera yo mismo y como si fuera otro,
escribí
como si me estuviera yendo,
escribí
como si en cada página algo de mí pudiese perderse.
La
metáfora del viaje resultó ser real y brillante
como
esta noche
que
me mira a través de la ventana de este bus.
El
tiempo en Montecinos siempre está escrito en un presente singular, el
pasado
se lee y el futuro se entiende, o más bien, el futuro se lee y el pasado
se
imagina. Es una poesía que no requiere líneas o exégesis para el lector
convencional.
Son poemas poderosos, honestos, simples.
Cito
fragmento del poema:
VOY
A ESPERAR UNA PALABRA
Yo
no escribo este libro con el nombre por el cual todos me conocen. No
escribo
ni siquiera como poeta joven o chileno o marica. No escribo este libro
como
marginal,
ni como sudaca, ni como extranjero. Simplemente escribo, con la
simpleza
de
estas
dos letras idénticas encerradas en un par de corchetes cuadrados. Si no
fuese
poeta,
si
no fuese chileno, si no fuese marica igual escribiría. Si no fuese sudaca, ni
marginal,
ni
extranjero
igual escribiría. En este momento lo hago desde adentro, escribo
simplemente.
Escribo
sin preguntarme nada. He escrito tanto, más de mil quinientas
páginas,
que ya no me acuerdo cómo se empieza un poema y cómo se termina
¿Por
qué
habrá
todo llegado a este punto? ¿Dónde me habré olvidado la diferencia que
existe
entre
un
libro, un poema y una reescritura? De verdad no lo sé, ni porqué me lo
pregunto
ahora.
Quizá
me equivoque, pero Raúl Zurita puede leerse entre líneas, y no porque
Montecinos
pueda ser, o busque ser la voz del chile post Zurita, la elocuencia
simbólica
del poeta de INRI es, en Montecinos, una conversación de sentidos,
una
posibilidad de avanzar no a pesar del mundo, sino a través de él. Un
decirse
en el mundo, un decir del mundo y de lo que habita: el árbol, la madre,
el
bus, las ciudades y la literatura misma. De ahí que Héctor aborde sus
afinidades
y sus rechazos sin asomo de culpa, porque la culpa no es materia de
afinidad
o de rechazo, es afín a la cobardía y la autocensura.
Cito
fragmento de poema
EL
HAMBRE Y EL SUEÑO DE LOS POBRES
Una
mañana desperté convertido en un libro,
es
decir en uno de mis libros,
nada
peor me pudo haber pasado
con
mis casi cuatrocientas páginas
era
el hazmerreír de las otras publicaciones de poesía.
‘Mórbido’
me gritaban en la calle
y nadie
se me acercaba,
mis
amigos se alejaron
porque
decían que era una soberana lata.
Algunos
que no me conocían
intentaron
leerme pero nada dijeron,
qué
triste es haber nacido en el género equivocado
dentro
de una familia que no lo quiere a uno,
extraña,
externa, distinta y distante me siento
la
coja que nadie saca a bailar,
la
voluminosa cuando todos son tan raquíticos.
‘Tenís
que podar’ me dicen algunos poetas
que
les iría mejor como jardineros,
‘no
escribai tanto’ me dicen algunos poetas
que
les iría mejor como vendedores de celulares,
‘puro
tecleo’ me dicen algunos poetas
que
les iría mejor como cajeros de bar.
Yo
les digo que por último puedo escribir
un
libro…
y
cito también fragmento del poema
CUARTO
Algunos
poetas miserables se vanaglorian
de
sus becas en España,
mendigan
doctorados en París, en Roma, en Praga
escribiendo
desde allá con su pluma en la cabeza escondida y arrogante
buscando
premios mesiánicos, en Londres, en Nueva York, en México.
Estos
pordioseros del éxito se devoran entre ellos mismos,
ofreciendo
sus abiertos culos,
a la
comodidad y el bienestar mediocre
para
convencerse de que no tienen nada que hacer por nadie.
Cito
fragmento del poema
LOS
ESTÚPIDOS DE SIEMPRE
AHORA
SON AMIGOS
Los
perros de la poesía,
como
dicen por ahí,
sólo
quieren huesos y oler su propia ponzoña,
se
juntan a hablar mal de mí
que
es lo mismo que recordarme
mis
ex amigos mis ex queridos
hacen
todo para que alguien los vea
se
inventan lecturas todas las semanas
porque
nadie más los invitaría
y se
esmeran en negar toda relación conmigo
en
esos lugares que de tan privados
están
en la plaza pública del asco
y su
bajeza de tan grande casi ni se ve.
¡Ay
de mí,
que
de hoy más seré frecuentemente atormentado!.
¡Ja!
Hijos
de la grandísima puta que los parió
El
ser se siente de muchos modos, es cierto, pero hay un modo auténtico y
muchos
modos inauténticos. La poesía de Héctor es honesta: ante la demora
de
la iluminación, el estallido; ante el torrente, la calma o el silencio; ante la
experimentación
del recurso la experimentación de la conciencia.
Con
la obra de Héctor Hernández Montecinos, se entiende que, el destino de la
poesía,
tal vez sea el de convertirse en pregunta, en búsqueda sobre lo que se
es y
no se es, pero ante todo un decir urgente, un decir perpetuo.
Héctor Hernández Montecinos
(Santiago,
Chile, 1979) es licenciado en Letras y doctor en Literatura (P. Universidad
Católica de Chile). A los 19 años recibió el Premio Mustakis a Jóvenes
Talentos. A los 29, el Premio Pablo Neruda por su destacada trayectoria tanto
en Chile como en el extranjero. Ha sido becario del Ministerio de las Culturas,
las Artes y el Patrimonio de Chile, Fundación Andes, FONCA (México), AECID
(España) y Conicyt (actual Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo).
Es el
compilador de los dos tomos de 4M3R1C4: Novísima poesía latinoamericana (2010 y
2017) y Halo: 19 poetas chilenos nacidos en los 90 (2014). Apareció en Cuerpo
plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (2010) de
Pre-Textos y El Canon Abierto. Última poesía en español (2015) de Visor, entre
otras. Su proyecto en poesía, Arquitectura de la Mentalidad, está conformado
por La Divina Revelación (1999-2011), Debajo de la Lengua (2007-2009) y OIIII
(2012-2019). Sus libros autobiográficos sobre el quehacer poético son: Buenas
noches luciérnagas (2017), Los nombres propios (2018) y Contra el amanecer (en
preparación). Todos los libros anteriores los está publicando RIL Editores en
Chile y España. Además es editor, ensayista, gestor y docente.
Saúl Castro Tapia (San Luis
Potosí, 1978) obtuvo el premio nacional de poesía joven “Salvador Gallardo
Dávalos” en 2002 con el libro La Materia del Presagio (ICA
2003); en 2004 el premio de literatura “Manuel José Othón” con el libro El
Arsenal y la Defensa (Verdehalago 2007); en 2008 publica Nombrar
el Paraíso (Ediciones Sin Nombre y Ediciones del Ayuntamiento de San
Luis). Actualmente es Director de la Biblioteca Central del Estado (San Luis
Potosí).
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