Mi lectura sobre la obra de Marianne Moore por Jeanne Karen

 


Algunas fachadas de la avenida Franklin

Mi lectura sobre la obra de Marianne Moore, por Jeanne Karen.

 

Algunas fachadas de la avenida Franklin, de la Sexta y la Walnut o la Carr Street, guardan una extraña similitud con las calles del centro de mi ciudad, que al igual que la ciudad de la gran poeta Marianne Moore, también se llama San Luis o Sain Louis, la primera en el estado de San Luis Potosí, México y la segunda en Misuri, en el medio oeste de la querida y odiada nación de los Estados Unidos de Norteamérica.

Nuestra ciudad, como la ciudad de Marianne, también tuvo hasta una estación de ferrocarril y tranvías que circulaban por el centro de la urbe, así que es posible imaginar a nuestra poeta por calles que nos podrían ser familiares, con paredes de ladrillos rojos, mercaditos donde se vende todo tipo de comida cruda y preparada, las mismas mujeres parlanchinas y elegantes con sus sombrillas para protegerse del sol del verano, aunque estando cerca del río Misisipi, seguramente el clima es mucho más húmedo que en el Potosí.

Crecía la industria y los lugares eran cada vez más modernos, Marianne y su familia se mudaron pronto al estado de Pensilvania, de clima húmedo en algunas zonas cálido y en otras un poco más frío, ahí la joven comenzó a interesarse en la poesía y a presentar sus primeros trabajos, sobre todo historias cortas y algunos poemas, cuando tenía 18 años y asistía a la Universidad, así que de alguna manera la edad en que comenzó a escribir y a hacer pública su obra es la misma edad en que lo hice yo, es otra cosa que tengo en común con la gran  Marianne Moore y también el  extraño caso del acercamiento con boxeadores, ella fue invitada a escribir un poema con Cassius Clay cuando tenía 79 años y yo he sido invitada a hacer videos y textos de los pugilistas en plena acción, mientras se preparan en el ring para esas grandes peleas imaginarias y no tanto.

Llegué hace años a la poesía de Moore, después de enfrentarme como lectora a otro de los monstruos de la literatura escrita en idioma inglés, que también nació en Sain Louis y murió en Londres, T.S. Eliot.

Después de leerlo, quise acercarme un poco más a los autores sugeridos en las páginas donde aparece parte de la obra del poeta y di con el nombre de Marianne Moore, poeta norteamericana que pertenece a la primera generación de poetas modernos de su país.

La poesía de Moore, para mí ha sido desafiante, ella como poeta nos impulsa a ser observadores, a mirar con detenimiento en las pequeñas cosas sin importancia aparente, estar atentos al movimiento de lo invisible, de lo presentido, su obra es auténtica, uno de los textos que guardo en mi memoria es el que dedicó a una máquina, en inglés se llama To a steam roller en español, en la traducción que hizo Lidia Taillefer de Haya para una edición bilingüe que apareció en Hiperión, se llama A una apisonadora, que para mi español de mexicana del centro de la república, vendría a bien llamarla Aplanadora, en fin, ese objeto es inspiración para Moore y el poema guarda una profundidad y una visión de la naturaleza humana bastante demoledora pero también amable, el texto dice:

La ilustración

no te sirve si no la pones en práctica.

     Careces de media inteligencia. Aplastas todas las partículas en una compacta conformidad y, después, caminas sobre ellas de acá para allá.

Brillantes trocitos de roca

aplastados hasta el nivel del bloque matriz.

Si no fuera porque “en estética es una imposibilidad metafísica

la impersonalidad del juicio”, tú

realmente podrías conseguirlo.

En cuanto a las mariposas, apenas puedo concebir

         que alguna te acompañe; pero cuestionar

la congruencia del complemento es inútil, si es que existe.

Imagino la escena: un pequeño tramo de calle que está siendo pavimentado, la poeta reflexiona sobre lo descorazonador que es el pensamiento y la esperanza, estamos ceñidos solamente a lo que se ve, a lo físico, a lo constante y a veces somos totalmente incapaces de percibir el milagro o la belleza, aunque nos acompañe, aun frente a nuestros ojos o aunque haga un ruido estruendoso en nuestra presencia y así es, vamos por la vida como esa máquina sobre la calle, aplastando, dejando pequeñas piedritas brillantes a la orilla, vamos con una mirada fija pero desalentadora, con pensamientos llanos al final, sin detenernos a mirar, cuando sabemos que mirar es conocer, es sentir, es vivir.

Al leer a Moore por primera vez, me encontré con algo sorprendente, un descubrimiento que me llevó a tratar de desenredar la madeja de la literatura modernista norteamericana, primero ella, luego Bishop y Ashbery, pero esas son otras historias.

Con los poemas de Marianne arribando a mi vida, descubrí con mucho placer que la poesía no solamente se encuentra en lo sublime, en lo que tiene cuerpo de niebla, no, la poesía se encuentra también y con mucha fuerza  en las cosas, así es en esos objetos inanimados que pasamos de largo, que no tienen un brillo aparente, que solamente se utilizan para tareas específicas, como el ejemplo que les conté anteriormente y ese descubrimiento trajo a mi propio ejercicio poético miles de posibilidades, ya no solamente me permitiría hablar en los poemas de mujeres, flores, rostros hermosos, grandiosos edificios, emociones verdaderas, ahora tendría el permiso para acceder a otras partes de mi imaginación que estaban encerradas, guardadas para el día a día, entramados que dividieron por mucho tiempo la vida como poeta de la vida como persona que anda por este mundo, que mira detenidamente una estación de tren convertida en otra cosa, que mira un coche destartalado, los perros muertos, los puentes peatonales, las estaciones de la aduana, los caminos, las carreteras, los inventos, la tecnología, oh, sí, porque también se puede hacer un poema, un cuento, una prosa acerca de la laptop o de un celular, poemas sobre el microondas, el destornillador eléctrico, los tubos de cobre, las corrientes eléctricas, los catálogos de las tiendas departamentales, el crimen.

 Con la obra monumental de Marianne, me llegó una certeza, a un poeta le es permitido maravillarse de todo, con cualquier tipo de circunstancia, de detalle, de hecho histórico, plato de lentejas, ojos demasiado grandes, como ella, me he dado a la tarea a admirar a deportistas por ejemplo, tengo fotos de jugadores de basquetbol, he escuchado las historias de los hombres en el ring, incluso disfruto de vez en cuando la estupenda narrativa de un joven que enseña a boxear, no tengo idea de cómo lo hace porque durante todo su show no para de hablar, además de estar en constante movimiento, yo perdería el aliento a la primera línea, lo veo y siento que necesita tener muchos conocimientos y amor por lo que hace, me parece que el boxeo es su fuente inagotable de inspiración, estar en el ring es identificar la mejor forma de estar parado, deducir, intuir antes de que suceda si quiera el pensamiento del golpe, estar listo para el salto, para agacharse, para tirar el puño izquierdo o el derecho, nada de esto está alejado de la poesía.

La poesía de Marianne corresponde al período del modernismo norteamericano, desde luego, junto con los otros poetas mencionados, Moore vislumbró lo que sería la poesía de los tiempos por venir, inauguró una nueva forma de detenerse en el lenguaje, de tejer entramados para nuestra percepción, para el oído, para la vista, para el conocimiento. Algunos críticos dicen que en su poesía se siente cierto grado de objetivismo, de cierta forma un sustantivo que le puso Williams a su propia poesía y que sin lugar a dudas también tocó la obra de nuestra poeta.

Moore a veces siendo un tanto racional, poco emotiva, más lógica, hasta fría, pero con la capacidad de causar una gran tensión entre nuestra percepción de lo que es la cultura, de lo que son los lenguajes, la forma de comunicación, Marianne a través de sus poemas nos ha hecho maravillarnos del aspecto de una jirafa, una medusa,

distintas especies de aves, la poeta nombra a muchos seres del reino animal para alejarnos de nuestros propios y tristes defectos, para admirar, para darnos cuenta de que compartimos este pequeño planeta con bestias mucho más hermosas, más poderosas y más libres que nosotros.

Si uno busca más en la obra de nuestra autora, leyendo cada uno de sus poemas, sumergiéndose sin piedad en las páginas escritas por Marianne, uno se puede encontrar con otra forma de nombrar lo visto, lo sentido, lo vivido.

En el poema Digiere durísimo hierro, nos orilla de forma definitiva a enfrentar lo que es real, de lo que no lo es, habla de lo frágil que resulta nuestro concepto de riqueza enfrentado a la belleza, de superficialidad (característica por demás, sumamente humana) enfrentado a libertad que en el poema citado parece estar más cerca de la naturaleza animal que de la nuestra.

La poeta nos invita a conocer, a redimirnos, a dejar a un lado los vicios que nos heredó el siglo en que vivió (S. XX), pocas cosas son las que tienen el derecho a permanecer, a ser relatadas, como por ejemplo las glorias de los grandes deportistas, por eso pienso que aceptó escribir un poema  con el gran Muhammad  Ali, como sugerencia de un editor y escritor, para mi gusto bastante hípster en un tiempo en que no dominaban la escena, se trató de George Plimpton, quien los reunió en algún café de la increíble ciudad de Nueva York.

 Moore siempre amó los deportes, en especial el béisbol, desde sus tiempos de estudiante en la Universidad Bryn Mawr en el estado de Pensilvania, sus primeros años estuvieron marcados por la estricta educación de un colegio presbiteriano, así que tenemos una poeta con una personalidad única, quien en sus últimos años asistía a lecturas, recitales, encuentros, adornando su cabeza con un extraño sombrero de tres picos y una capa negra, nadie como Marianne Moore.

A la gran poeta norteamericana también le interesó la ciencia y los descubrimientos en esa área, la cultura, las ciudades.

 Pienso en ella como una autora que esperó algo así como ver a la  poesía expandir sus raíces por toda la tierra.

Por último comparto unos de sus textos más impactantes y que más he disfrutado poder leer de vez en cuanto:

Poesía

Yo también le tengo aversión: hay cosas que importan más allá de todo este juego.

Leyéndola, sin embargo, con un perfecto desdén, uno descubre

en ella después de todo,

un lugar para lo genuino.

Manos que pueden agarrar, ojos

que se dilatan, cabello que se eriza

si puede, cosas que son importantes no a causa de

una altisonante interpretación que puede serles impuesta sino porque ellas

son

útiles. Cuando se hacen tan repetitivas hasta volverse

ininteligibles,

lo mismo puede decirse de todos nosotros, que no

admiramos lo que

no entendemos: el murciélago

colgando boca abajo o en busca de algo para

comer, elegantes empujando, un caballo salvaje haciendo un trote, un incansable

lobo

debajo

de un árbol, el inamovible crítico crispando su piel como un caballo que siente

una pulga, el fanático

del béisbol, el estadístico,

tampoco es válido discriminar

entre "documentos de negocios y

 

libros de texto"; todos estos fenómenos son importantes. Una, sin embargo, debe

hacer

una distinción:

cuando semipoetas los arrastran hacia las alturas, el resultado

no es poesía,

no hasta que los poetas entre nosotros sean

"literalizadores de

la imaginación", por encima

de la insolencia y la trivialidad y puedan

presentar a examen "jardines imaginarios con sapos vivos en ellos", sólo

entonces

la tendremos. Mientras tanto, si pides por un lado

la materia prima de la poesía en

toda su crudeza y por otro lo que

es genuino, estás interesado en la poesía.






Marianne Moore

Marianne Moore nació en Kirkwood, Misuri en la casa parroquial de la iglesia presbiteriana de la que su abuelo materno, John Riddle Warner, era pastor. Era hija de un inventor e ingeniero, John Milton Moore, y su esposa, Mary Warner. Creció en la casa de su abuelo, pues su padre había sido enviado a un hospital psiquiátrico antes de su nacimiento. En 1905, Moore comenzó a asistir al Bryn Mawr College, en Pensilvania y se graduó cuatro años después. Dio clases en la Carlisle Indian Industrial School en Carlisle, Pensilvania, hasta 1915, año en que comenzó a escribir poesía de forma profesional.

En 1933 le fue otorgado un premio, el Helen Haire Levinson Prize, por la revista Poetry. Su colección de poemas, Collected Poems, de 1951, es quizá su obra más valorada y la que le hizo ganar el premio Pulitzer, el National Book Award, y el premio Bollingen. En los círculos literarios neoyorquinos Moore se convirtió en una pequeña celebridad, sirviendo en ocasiones como anfitriona a aquellos más prominentes. Moore asistía a combates de boxeo, partidos de béisbol u otros eventos públicos vestida de una forma un tanto extravagante que acabó convirtiéndose en su sello personal: un sombrero tricornio y una capa negra. Murió el 5 de febrero de 1972. (Wikipedia, texto y foto)

                      


                                                                                       







Jeanne Karen

Jeanne Karen Hernández Arriaga es poeta, editora, periodista, activista cultural, columnista. Nació en la ciudad de San Luis Potosí el día 14 de mayo de 1975. Tiene alrededor de quince libros publicados, entre ellos: La luna en un tatuaje, (Editorial Verdehalago, 2003, CDMX), El club de la tortura (Ediciones Sin Nombre, CDMX 2005), El gato de Schrödinger (Editorial Ultramarina, Sevilla 2012), Cementerio de elefantes (Ediciones Fósforo, CDMX, 2013), Púrpura Nao (Editorial Grito Impreso, San Luis Potosí, 2018), Menta (Editorial Ponciano Arriaga, 2019, San Luis Potosí, con ese título ganó el Premio 20 de Noviembre del 2018, por tercera ocasión), La vida no es tan clásica, (Editorial Zeta Centuria de Argentina, 2022), nueva edición de El gato de Schrödinger por la editorial del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en 2023. Ha sido invitada a importantes encuentros de escritores, el más reciente fue el Festival Internacional de Poesía Bogotá, dedicado a treinta poetas que escriben en lenguas romances, representó a México. Su obra ha sido difundida en medios impresos y electrónicos. Ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en la categoría de creadores con trayectoria y ha ganado varios premios, entre ellos el Premio Manuel José Othón, en tres ocasiones y el Premio Nacional de Poesía Salvador Gallardo Dávalos en 1999. Una escuela de nivel básico lleva su nombre. Por el momento prepara cuatro libros de poesía y dos novelas, además uno de ensayo literario, un libro de memorias y otro de cuentos.



Comments

Popular posts from this blog

Las edades felices poemario de Margarito Cuéllar, reseñado por el poeta Saúl Castro.

Un simple libro de baladas de Mario Alonso por Saúl Castro

Días de papel y silencio de Armando Arenas por Martín Gutiérrez