Final de poesía de Arturo Medellín por Saúl Castro
Final de poesía de Arturo Medellín
Por Saúl Castro
“Abrir los ojos/ nos permite ir al secreto/ de las cosas/ A la nada donde se originan” , es
quizá el fragmento que mejor describe la revelación central del presente volumen.
Intensa y lúcida, la poesía de Arturo Medellín oscila entre la construcción formal de un
testimonio y la intuición generadora de todo alumbramiento.
Lejano a los recursos tan habitualmente usados en la poesía de la última década, Arturo
Medellín opta por una poesía sin estridencias y a prueba del bullicio, la provocación
gratuita y la comodidad discursiva de quien aspira a ser simplemente una voz
contestataria.
Desde los primeros textos se advierte una poesía hecha sin prisas, clara, intensa, pero con
una precisión en la forma que nos advierte a un autor consciente de su oficio y con
dominio de su discurso.
Cito “fragmento VIII del poema Desde el corral del fondo”
Aquí está tu sal
aquí tu pan
agradece a las manos su bendición
no llores
De aquí al final nos ha tocado esta dureza
El poeta ve con precisión, construye y reconstruye el testimonio, la forma y los objetos: la
piedra, el relámpago, las constelaciones, el mar en calma, la noche y sus constelaciones.
Alabada la luz
por permitirnos ver
las formas de la nada
Fragmento que, a decir de Ignacio Betancourt, es “la anticipación de la más pura
experiencia verbal, todo aquello cuya única posibilidad de realización se transforma en
sentidos inéditos”
Ejemplo de ello son los tres textos que, a mi parecer, tienen los mayores alcances líricos
del volumen: Nocturno de los afluentes, Testamento de albatros y Desde el corral del
fondo.
Se asoman en ellos construcciones formalmente resueltas, no solo en la claridad de la voz
sino también en la disposición de los alumbramientos: edifica, retiene y revela:
Cito fragmento de “Nocturno de los afluentes”:
En el trajín del río
Ella sale
Su cuerpo es una flor
Dispuesta a los insectos
Imagen sensual y lúcida, decadente y paradójicamente bella sobre la prostitución del
puerto, la imposibilidad del amor y la naturaleza de las relaciones humanas. El poeta es
testigo y actor del declive humano y lo rescata a través de un lenguaje; como decía con
anterioridad: intenso y preciso. No grita el mal, lo reconfigura y lo traduce en la materia
del oficio: las palabras.
Cito:
Dios quiso construir
la imagen de su paraíso
en la mirada de sus hijos.
Cito:
Frente al espejo la tarde se disuelve
la danza se disuelve
se lavan y perfuman junto al cascajo de las riberas
la voz
la nube
una piedra
los sueños van y vienen
velan abundan se sobreponen
El agua y la muerte se están muriendo
Viva voz
El río.
Sin embargo, hay dos momentos que -debo decir- me inquietan. Uno que rompe con el
equilibrio formal del presente volumen y otro por la generosidad de páginas que lo
conforman. El segundo debería pasar inadvertido, puesto que es muy probable que lo
advierta como un lector tradicional de poesía que, por costumbre, no ha sabido romper
con los moldes editoriales donde la brevedad casi siempre es calidad.
Pero, definitivamente, salta -o tal vez por que así lo fue pensado- la experimentación
formal de la sección Pájaro de papel que, a mi humilde parecer, rompe con la precisión de
la estructura. Pero quizá no lo sea así.
Explico.
Mis dudas se vuelven mayores ante la construcción métrica que funciona como canto
popular. Repito, son dudas. A decir de Margit Frenk, en su célebre libro Poesía popular
hispánica 44 estudios, nos refiere que los textos de poesía popular son “pequeñas joyas de
métrica imperfecta”, pero completamente musicales y con un control discursivo que no
desmerece la imperfección de la confluencia de octosílabos, heptasílabos, versos
alejandrinos y de rimas cruzadas.
Cito fragmento de “Pájaro de papel”:
Flores se dan en la tundra
Y flores en la sabana
Noches hay en la mañana
Parecen tumbas en flor
Al pájaro que voló ya no le quedaba nido
Por eso a volar perdido
Hasta las plumas dejó
La canción no tiene cuento
Riquirran de lo robado
De la fiesta lo bailado
Del tanguarniz el dolor
Solo del amor las ganas
Por el puerto yo encontré
Por eso me voy burlando
Por ahí donde llegué.
Intensa y lúcida, moderada en su búsqueda y precisa en sus hallazgos, la poesía de Arturo
Medellín oscila entre la construcción formal de un testimonio y la intuición generadora de
todo alumbramiento.
Lejano a los recursos tan habitualmente usados en la poesía de la última década, Arturo
Medellín opta por una poesía controlada, resultado de la observación, la paciencia, la
emoción desbordada, pero con una construcción de la forma que contrae, depura y ofrece
lo fundamental que debe ofrecer toda poesía: un lenguaje íntimo y un consumado hallazgo universal.
Saúl Castro Tapia (1978) Lic. en Ciencias Políticas y Administración Pública. Premio Nacional de Poesía Joven “Salvador Gallardo Dávalos”, 2002; Premio “Manuel José Othón”de Literatura, 2004. Ha publicado La materia del presagio (ICA, 2003), El arsenal y la defensa (Ed. Verdehalago.2007), Nombrar el paraíso (Ediciones del Ayuntamiento de San Luis y Ediciones Sin Nombre, 2008). Ha sido Coordinador de Literatura en el Centro de las Artes de San Luis Potosí,Coordinador de Literatura en el Instituto Potosino de Bellas Artes y docente en diversas instituciones educativas. Actualmente es subdirector de la Biblioteca Central del Estado.
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